Nierika es una trampa, una portezuela y un espejo en el que el pasado y el presente colindan en Wirikuta.
Nierika es un punto focal donde nuestros antepasados concentran sus energías para revelarse e instruir al devoto. Es un punto de encuentro de definiciones y creencias en la cosmogonía de los huicholes; una amalgama de energía que prolonga las sabiduría de los antepasados, y las concentra en la trascendencia de lo físico. Es, en otras palabras, una ofrenda que conecta el aquí y el ahora.
Un nierika primordial es la trampa de lazos, winiyeri, en la que el venado se sacrificaba al cazador disciplinado que lo tendía por su vereda entre unos árboles, cuando era más abundante. Otros nierikate (plural) asemejan hilos ensartados simbólicamente alrededor de una rueda de madera.
Las aperturas que penetran las cuevas sagradas, donde permanecen Nuestros Antepasados en el corazón de la Sierra, y el Cerro Quemado, donde surgió Nuestro Padre del infra-mundo al amanecer, son otros nierikate. Son representados también como cavidades en discos de piedra, tepárite, que permiten a los rayos del sol recibir y transmitir mensajes de nuestros antepasados en sus adoratorios a los siete puntos circundantes: los cuatro puntos cardinales y el centro sobre este plano, y el mundo sub-terrestre o formativo contrastado al celestial. Hay un tepari detrás de cada adoratorio y encima de su entrada otro con aperturas a modo de ventanilla sobre la puertezuela; otro tepari puede estar adentro, cubriendo o sirviendo como altar para alguna imagen correspondiente a un antepasado parado, memuú. La percepción trascendental, nierika, que tienen los chamanes curanderos les permite diagnosticar la causa de una enfermedad y localizar su fuente en el cuerpo del enfermo.
Para los guardianes del peyote, nierika simboliza varios elementos importantes de la naturaleza: una trampa de lazos que busca alcanzar al venado azul, y en la cual se sacrifica al cazador disciplinado que lo tendía por la vereda; unas cavidades en discos de piedra –de tepárite– que se colocan tanto en las cuevas sagradas –ahí donde yacen los Antepasados en el corazón de la
Sierra, como en el cerro El Quemado, lugar de origen del Padre del inframundo al amanecer–. Estas cavernas representan los siete puntos circundantes: los cuatro cardinales, el centro sobre este plano, el mundo subterrestre y el mundo celestial, y un reflejo de los antepasados en los rostros pintados de los peregrinos en las puertas de Wirikuta.
El peregrino y los chamanes cargan un espejo redondo, denominado nierika, en su petaquín, para dibujarse el rostro con los iconos del antepasado cuyo nombre representan durante un ciclo de cinco años. El rostro del peregrino pintado de amarillo es un nierika, o sea un reflejo del antepasado cuyo camino es seguido porque ha sido consagrado por los rayos de Nuestro Padre que amanece en el oriente, cuyo rostro es visible gracias al sacrificio de Nuestro Hermano Mayor Venadito del Sol o Nuestra Madre Peyote.
Un ‘escudo frontal’ es otro significado de nierika, según el primer investigador serio de los huicholes, el noruego Lumholtz a fines del siglo diecinueve. Los escudos sirvieron durante mucho tiempo como instrumentos de defensa en ofensivas de combate, pero persiste la idea que se necesita mantener un escudo contra las tentaciones o las distracciones sobre el camino ritual.
Lumholtz también escribió que la palabra nierika significa un dibujo, una aparición o una representación sagrada, y la aplicaba a algunos de los objetos votivos que siguen vigentes. Estas ofrendas votivas ovaladas simbolizan algunos aspectos de un antepasado y rezos correspondientes. Hasta la fecha, se siguen usando tablitas de madera aplanada; sus figuras están dibujadas con cuentas de vidrio o hilos de estambre, siendo pegadas sobre la madera por medio de cera de la abeja rústica de ‘Campeche’. Desde fines del siglo XX, empezaron a hacer algún dibujo en papel, que se podía llamar wewiya, en vez de nierika. Cuando la imagen no es de tipo circular, puede tratarse de un itari, o un petate tendido para el descanso y rezarle a un antepasado en el centro sagrado del coamil, que es su nierika.
Hoy no se ven mucho los elaborados entretejidos con pedazos de madera, llamados nama, que Lumholtz describió como ‘escudo trasero’ y se colgaban de flechas como un nierika. Estos eran cuadrados y recuerdan la forma de los actuales cuadros de estambre. Nierika como ofrenda al Nuestra Madre el Mar Nuestra Bisabuela Oracular, Takutsi Nakawé, es la más antigua de las antepasadas y sabia por sus conocimientos anticipados. Está caracterizada por su máscara, llamada nierika, que revela su personalidad andrógina, masculina en algunos rasgos de la cara y femenina en su falda. Su aspecto masculino es el fuego primordial, Naurú.
La palabra nierika viene del verbo ver, nieriya . Los objetos votivos se vuelven visibles cuando han sido untados con la sangre de un animal sacrificado, entonces son efectivos para transmitir sus invocaciones al antepasado en cuestión.
Nierika es también un espejo que refleja las imágenes de nuestros antepasados para los peregrinos en las puertas de Wirikuta, donde nuestros antepasados dibujan iconos sobre sus rostros. Primero los peregrinos depositan ofrendas de jícaras votivas, xukúrite, símbolos de la matriz, y llevan agua sagrada del oasis de
Nuestra Madre que nos Mira desde Abajo, fuente de la fertilidad, Tatei Matinieri. Luego se pintan las caras con una raíz amarilla cerca de otro oasis, Tuimayau, que ha de haber servido de espejo desde mucho. Una vez que los peregrinos se han purificado a través de días de ayunos y de confesar sus pecados sexuales, llegan a Wirikuta donde cazan el venado sagrado que ofrece su corazón en forma de peyote al que sigue su rastro visionario. Asimismo el peyote, hikuri, es en si una fuente de nierika y simboliza el concepto del nierika.
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